sábado, 2 de noviembre de 2013

SEGUNDO ARTÍCULO: ¿DE DÓNDE SOMOS?

SEGUNDA NOCHE

He llegado a saber, que cuando salimos del lugar que nos vio nacer, después de haber pasado la mayor parte de nuestra vida en él, podemos llegar a convertimos en seres erráticos y, llega un momento, pasados  los años, que terminas por no saber realmente de dónde eres.
Este artículo ha nacido a raíz de una de una pesadilla nocturna, en  la cual despierto y no sé donde estoy. La desubicación instantánea que se siente al despertar en la oscuridad y no saber dónde estás es tan fuerte que llegas a sentir verdadero pánico, aunque solo sean unos segundos.
Aparte de vivir fuera de mi tierra desde hace 22 años; mi lugar de residencia habitual, desde hace unos años, está dividido en dos lugares en el transcurso de una semana. Esto puede parecer divertido, en un principio; sales de la gran ciudad unos días y eso es en muchas ocasiones,  un alivio, aunque no vayas a tu casa.
A partir de aquella noche donde me sentí tan perdida, por no saber donde me hallaba, pasaron por mi mente las circunstancias de todas esas personas que pasan las semanas o los meses de un lado para otro, ya sea por motivos laborales o por causas personales. Comprendí la importancia  que puede llegar a tener vivir dentro de una estabilidad, en este caso, geográfica. Me pregunté también, qué sentirán esos seres humanos tribales que aún viven de un lado para otro con su ganado y sus enseres; o los feriantes que van de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad ¿Se acomodaran sus cerebros a esos cambios o, por el contrario, despertarán a medianoche y les asaltará el desasosiego por no saber donde están?
Hay personas que dicen con orgullo que: “ni Dios ni patria”, que no siente la pertenencia a ningún sitio ¿Será entonces que esto solo nos ocurra  a un tipo de  personas que somos susceptibles a los cambios?, no sé.
Mi amigo José Iglesias, -poeta extremeño que lleva viviendo en Madrid la mayor parte de su vida- dice: -que con ese ir y venir de un lado para otro acabas por no ser de ningún sitio-, y yo creo que tiene parte de razón.
Probablemente la pertenencia al grupo y al lugar la llevamos impresa, no solo los seres humanos, sino todo ser viviente, sea de la especie que sea, animal o vegetal, ya que como sabemos hay un hábitat para cada ser  viviente. Somos seres sociales que nos asociamos al medio, eso está claro y si tu vida se convierte en un ir y venir de un lugar otro no hay tal pertenencia, es como estar en todas partes, pero al mismo tiempo en ninguna. Porque, otra cosa muy distinta es viajar para conocer y aprender, o sencillamente, por el placer de viajar.
El instinto de pertenencia que llevamos dentro es fuerte, necesitamos  pertenecer a algo o a alguien aunque a veces suponga perder nuestra propia libertad y autonomía.
Cuando hablamos, por ejemplo, decimos: mi casa, mi ordenador, mis amigos, mi familia, mi calle, mi patria. Nos guste o no, el sentido de pertenencia nos da seguridad; y, cuando llegamos a un lugar procuramos hacer amigos con el fin de vincularnos con las personas y con el lugar y con las personas que conforman dicho entorno.
Recuerdo, -ahora me resulta curioso-, que hace unos años en el Círculo de Bellas Artes de Madrid nos reunimos varios grupos de poetas para ofrecer un recital. Al comenzar cada uno decía: yo pertenezco a tal, llegaba otra persona y decía lo mismo, yo pertenezco a cual, hasta que me tocó turno:
 Yo salí y me quedé mirando a todos unos segundos y dije: yo no pertenezco a ningún grupo pero pertenezco a todos. Después, en mi casa,  pensé seriamente en mis palabras y llegué a la conclusión de que no se puede pertenecer a todos los grupos, porque siempre habrá un lugar y unas personas con las que te identifiques mejor que con otras, lo cual no quiere decir que no tengamos que relacionarnos con aquellos que no piensan y sienten como nosotros. Pero, en esta reflexión también entran en juego otros asuntos psicológicos, de los que hablaremos en otro artículo.
El tiempo, -gran sabio-, me ha demostrado que no puedes pertenecer a todas partes, que hay que elegir, porque como bien decía mi amigo, José iglesias, acabas por no ser de ningún sitio.
Y aquí es donde viene el dilema humano: en la elección, que nunca es fácil. Lo comparo un poco como cuando te dedicas a hacer muchas cosas: acabas por no hacer bien ninguna, a menos que seas un genio y aún así...
Esta reflexión, como decía, ha venido dada por lo que me ocurrió la pasada noche cuando me desperté y sentí una extraña sensación que me llenó de desasosiego por no saber donde estaba. 
              Después de haber trascurrido 22 años desde que salí de mi pueblo, me doy cuenta, de que ya no soy de mi pueblo, pero tampoco de la ciudad que me acogió en aquél momento, ni del pueblo donde por circunstancias personales vivo unos días a la semana. Las preguntas que a veces puedes llegar a hacerte son: de donde soy, a qué grupo social y familiar pertenezco, por qué te crea la falta de ubicación desasosiego, y no es por falta de adaptabilidad al medio y a las personas, está claro que no hablo de falta de adaptación, hablo del sentimiento que puede producir sentirse fuera de lugar.  Porque otra cosa es viajar y conocer lugares distintos.
Evidentemente todo puede ofrecer diferentes puntos de vista y de sentimientos. Lo que acabo de exponer es la cara de una moneda pero también podríamos analizarlo desde un punto de vista muy distinto.
Para aquellos que siempre estamos pensando en cómo serán las cosas más allá de lo que abarcan nuestros ojos, es totalmente enriquecedor andar de aquí para allá, porque te permite ampliar conocimientos a nivel humano y geográfico, conoces el mundo desde perspectivas que enriquecen tus propias creencias, te das cuenta de que cada lugar y cada ser humano te aporta algo distinto a lo que tú posees y eso va creando una cierta sabiduría que te enseña que es más sano sopesar que  juzgar. En definitiva es un abrir la mente a la hora de hablar de tolerancia y respeto en cuanto a otras formas de ver y sentir el mundo.
Otro aspecto positivo es que cuando hablamos de las diferencias que nos separan, te das cuenta que, en realidad, lo que hacen esas diferencias, es ennoblecernos si las apreciamos en la medida del valor cualitativo y cuantitativo que tienen. Al mismo tiempo, te enseña algo fundamental: donde y con quien quieres estar, ya que aprendes a seleccionar con criterios más objetivos, aunque ese elegir lleve implícito su trampa, por aquello de que tomar ciertas decisiones es muy difícil, por aquello de los apegos y los sentimientos, que, como sabemos, nos condicionan la vida en muchas ocasiones. Pero este es otro asunto del que hablaremos en otra ocasión.
En el aspecto creativo yo me atrevería a decir que es casi fundamental, digo casi porque conocemos el caso de escritores y pintores que no salieron nunca del lugar que les vio nacer y ese hecho no hizo que su obra mermara en ningún sentido, sino todo lo contrario, se acrecentó por el purismo de su contenido.
En cualquier caso yo abogo por la apertura y el torrente creativo que te da el cambio. Aunque siempre tengamos en nuestra mente un lugar de pertenencia.
Y si me despierto y no sé donde estoy, a los pocos segundos, siempre podré ponerme a escribir lo que he sentido.
Servida está la idea. ¿Y ustedes qué piensan…?
La aurora comenzó a hacerse presente y se retiraron a sus aposentos….   




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