domingo, 8 de septiembre de 2013


A partir de hoy comenzaré a publicar una nueva sección que pretende llegar a los mil y un artículos. 
Espero que los disfruten y me hagan sus comentarios siempre y cuando lo estimen oportuno. 


LOS MIL Y UN ARTÍCULOS DE OPINIÓN
HE LLEGADO A SABER…
Así comienza Sherezade sus relatos en ese libro mágico y maravilloso de LAS MIL Y UNA NOCHES.
Yo lo haré en forma de artículos, por aquello de que me gusta contar historias.
PRIMERA NOCHE
He llegado a saber…
Que hay ciertos comportamientos humanos que, te llevan a pensar que, por muchas experiencias que hayamos tenido, no acabamos de comprender lo importante que es caminar con una serie de valores, para poder vivir dentro de un equilibrio y una estabilidad que hagan de nuestra existencia un lugar más confortable.
Ante esa falta de aprendizaje autónomo, nos vamos dejando llevar, por ejemplo, por el orgullo, la envidia, la falta de empatía y de respeto, no solo hacia los demás, sino hacia nosotros mismos.
Es verdad que tanto lo bueno como lo malo forman parte de nuestra propia piel y que, en ocasiones, por más que tratemos de cambiar dichos defectos y de corregirlos para que no nos agrien la vida, parece ser que no acabamos de conseguirlo.
Así, vecinos, amigos, padres, hermanos…, en definitiva, todas aquellas personas que van conformando nuestro mundo, tanto a nivel social como privado, más tarde o más temprano, llega un día en el que nos decepcionan, y ante ello, nos sentimos dolidos y defraudados, porque automáticamente pensamos: pero, por qué me ha ocurrido esto a mí si yo no merezco ningún tipo de menosprecio.
En ocasiones encontramos desaire donde esperamos una sonrisa, indiferencia allí donde esperas que se te tenga en cuenta, falta de respeto donde creías que debías ser respetado…, en fin, toda una serie de despropósitos hacia nuestra persona que creemos totalmente inmerecidos, ya que a pesar de que seamos de una forma u otra, hay algo intrínseco en el ser humano, y es el deseo de ser amados y respetados.
El fondo de la cuestión quizá sea que nos pasamos gran parte de nuestra vida esperando afectos y comportamientos, por parte de los demás, que nunca llegan, cuando estamos convencidos de que nos lo merecemos.
En mi humilde opinión, creo que esto ocurre porque esperamos demasiado y basamos la convivencia, en una serie de intereses; y por tanto, han de darnos aquello creemos merecer. Lo que ocurre es que no somos realmente conscientes de que los demás merecen la misma consideración y respeto.
La comprensión y la empatía juegan un papel básico, ya que por muy descabelladas o pintorescas que nos parezcan las ideas de los demás, tienen tanto valor como las nuestras; siempre y cuando, por supuesto, no pisoteemos los derechos fundamentales de cada ser humano, dentro del marco de la convivencia y del respeto.
Olvidamos con facilidad que somos seres individuales y que obramos según nuestro mapa mental, el cual conforma la manera que tenemos de estar en el mundo y de relacionarnos con nuestros semejantes. Quizá toda esta complejidad humana en la que nos movemos, forme parte de un sencillo método: el aprendizaje.
La vida me ha ido enseñando algunas cosas. Una de ellas es que si estás dispuesto a aprender y a modificar conductas negativas sobre tu propio comportamiento, el mundo de nuestro entorno cambia y, si pensamos bien, es lógico que así ocurra, porque cuando cambiamos la forma de ver y de sentir, desarrollamos de forma positiva la capacidad para razonar y reflexionar, por tanto seremos más flexibles a la hora de ponernos en la piel del otro. Esto que estoy diciendo no es ninguna utopía. Cuántas veces hemos escuchado aquello de “QUERER ES PODER”, esta máxima se ha convertido en un lugar común casi manido, ¿verdad? Pero detengámonos en ella por unos segundos. Es posible que de tanto utilizarla hayamos obviado el valor que encierra en sí misma. Y, por tanto, nos hemos ido convirtiendo en pajarillos que se acostumbran a los espantapájaros, vemos, oímos y sabemos, pero no actuamos en consecuencia, aunque tengamos en juego la felicidad de nuestra propia vida.
Pero, ¡cuidado!, no estoy hablando de dejar de ser quienes somos ni de renunciar a nuestra propia personalidad, hablo, lo repito: de comprensión, de empatía, de respeto.
Si pretendemos hacer de los demás lo que no son, estamos entrando en un absurdo que nos resta energía y nos conduce, sin remedio, a la frustración. En vez de resolver los problemas, los agudizamos.
Es verdad que no podemos dar lo que no llevamos dentro, que nuestra condición es la que es y que, al igual que nosotros no podemos dar lo que no somos, los demás tampoco pueden hacerlo; por tanto, y vuelvo a repetirme, es una pérdida de energía estar esperando lo que no puede llegar y viceversa.
Una solución sería comenzar nosotros… y a ver qué ocurre. El que no experimenta, no sabe, y por una vida en paz merece la pena arriesgarse.
Corregirnos a nosotros mismos es duro, -siempre es más fácil corregir a los demás, eso lo sabemos. Entrar en las propias tripas y sentarnos pacientemente para analizarnos y saber qué es lo que estamos dispuestos a hacer para que las cosas funcionen mejor, no es sencillo. Hay que tener una gran dosis de paciencia con uno mismo, y puede ser muy difícil, pero no imposible.
No olvidemos aquella máxima que decía: Rectificar es de sabios.
Les comentaré que acabo de leer un libro que me ha abierto las puertas a una serie de perspectivas muy interesantes en cuanto a esos cambios de los que hablamos. Es un libro muy sencillo que se titula: -“El arte de no amargarse la vida” escrito por  Rafael Santandreu, psicólogo cognitivo. Lo cognitivo, es lo referente al conocimiento, si no conocemos no sabemos, si no sabemos no resolvemos, si no resolvemos nos atascamos…, en fin, comienzan a surgir toda una serie de despropósitos que se van encadenando.
En este libro, capaz de darte una bofetada en cada página, -en el buen sentido de la palabra bofetada-, una de las cosas que más me ha llamado la atención por su sencillez y sabiduría es una entrevista que le hicieron a María Luisa Merlo donde le preguntaron qué cuantos amigos tenía; ella respondió con rapidez que muchos, y claro, ante ese alarde de repuesta, el entrevistador se quedó un tanto perplejo, ya que todos tenemos muy claro que amigos, de verdad, tenemos pocos; otra cosa son conocidos y compañeros de copas o de verbenas; de esos, solemos tener bastantes más; y quede claro que considero que todo este enramado social es muy importante para nuestra vida en sociedad y debemos valorar dichas relaciones, en la medida de lo que valen.
Pero volvamos a lo que quiero resaltar en cuanto a la respuesta de María Luisa Merlo. Ella respondió que era muy sencillo, porque lo que hacía era pedir a cada amigo aquello que sabía que podía darle, ni más ni menos, ¿qué les parece?
Dicha filosofía de vida te lleva a la filosofía de Espinozza cuando decía que la condición del tigre es la de ser tigre. Esto viene a ser lo mismo que lo que escuchaba decir a mis abuelos de una forma muy natural: “No se pueden pedir peras al olmo”. Escuchamos el cacareo sin entender el mensaje. En definitiva, somos quienes somos, aunque, por supuesto, podamos modificar ciertos comportamientos negativos, dada la flexibilidad que tiene el cerebro para hacer cambios.
Propongo no desistir en el empeño en cuanto a modificar lo que nos dañe, de una forma u otra, y pensemos que seremos capaces de conseguir lo que nos propongamos. No tirar la toalla hasta poner toda la carne en el asador.
Ahora bien, también es bueno que sepamos hasta donde podemos llegar en nuestra entrega y nuestra paciencia.
¡Ya saben!, el olmo no da peras, ni el tigre dejará de ser tigre.
Insisto, si hacemos nuestra la filosofía del aceptarnos tal como somos, no nos llenaremos la vida de decepciones que, como contrapunto, nos conducen a sentirnos frustrados, como decía anteriormente, y ahí es donde no debemos caer de ninguna manera. La frustración supone negarnos a nosotros mismos y eso no debemos permitirlo.
Y así, vamos andando el camino y encontrándonos con seres humanos amargados porque la respuesta que esperaban de los demás no era la que ellos esperaban. La decepción se adueña de la vida, si se lo permitimos. Si no somos capaces de aceptarnos tal cual somos y respetar las diferencias que tenemos, todo se puede volver conflicto, y en tal caso siempre será mejor coger otro camino aunque dar ese paso nos cueste un esfuerzo importante.
La vida está llena de posibilidades por descubrir.
Para terminar, les diré que creo que las discrepancias son buenas, porque son las que van creando ese engranaje perfecto en las relaciones humanas. Nuestras divergencias, bien administradas, son las únicas que harán de nuestro mundo un lugar más habitable.

CUANDO LLEGO LA MAÑANA SE RETIRARON A DESCANSAR